Es agrónoma, no le daban empleo pero no bajó los brazos y hoy maneja 3.400 hectáreas.
Cuando se recibió «no fue bien recibida» pero su determinación y su vocación la llevaron a trabajar en importantes firmas del agro y va por más.
Aunque sus padres no se dedicaban a la producción agropecuaria, Yanina Río se enamoró temprano del campo. Ella nació y creció en América, una localidad ubicada en el noroeste bonaerense. Cuando era chica, su mamá se ocupaba de las tareas de la casa y su papá trabajaba como camionero, trasladando hacienda a los frigoríficos.
“Recuerdo acompañarlo en los viajes y fascinarme con la ganadería, con el campo, siempre me gustó, creo que por ahí viene el amor”, confiesa. Su abuelo materno vivía en la zona rural de Carlos Tejedor donde tenía un tambo. Cada tanto, los fines de semana Yanina y sus padres iban a visitarlo y esas postales también quedaron impregnadas felizmente en su memoria. Quizás por eso, al finalizar sus estudios secundarios eligió seguir Ingeniería en Agronomía en la Universidad de La Pampa.
Cuando se recibió, volvió con título en mano a América, pero las cosas no resultaron como esperaba. “Me costó insertarme en el medio. Ahí estuve un año buscando trabajo, golpeando un montón de puertas, llevé un montón de currículums a todos lados, y la verdad es que no fui bien recibida por así decirlo”, recuerda.
Su primer empleo lo consiguió en la Municipalidad local, en el área de Medio Ambiente. “En sí no hacía nada de Agronomía, más que nada me ocupaba del control de aplicaciones periurbanas, pero era trabajo así que, agradecida”, relata a Clarín.
Yanina no bajó los brazos, siguió insistiendo y un tiempo después, en enero de 2017, a través de la facultad, accedió a una entrevista para trabajar en un campo mixto entre Cuenca y Carlos Tejedor, pero duró poco. “Fue duro, me encontré desempeñando otras tareas que no tenían nada que ver con las actividades que habíamos acordado, así que me tuve que ir”, cuenta.
Pero no se dio por vencida. Así, en la búsqueda continua, a través de una referencia, consiguió tener una entrevista en Adecoagro y en septiembre de ese mismo año, empezó a trabajar como ayudante de agricultura en la firma. Allí permaneció durante casi cuatro años viviendo en el campo, teniendo a cargo cerca de 6.000 hectáreas. “Fueron años de un gran desafío personal, aprendí mucho y también me equivoqué, como todos”, valora Yanina.
Siempre apuntando a seguir creciendo, la joven ingeniera aplicó para un puesto en otra compañía, y lo logró. Actualmente, a sus 32 años, hace dos que vive en Intendente Alvear, La Pampa, y trabaja como responsable de agricultura en la zona de Trebolares, entre General Pico y González Moreno en los campos alquilados por una gran empresa que siembra miles de hectáreas en distintas zonas del país. Eso incluye llevar adelante los cultivos, desde la siembra a la cosecha, ocupándose de todas las labores que esa tarea requiere en 3.400 hectáreas.
Ella, como encargada de campo, trabaja junto a un responsable de zona y un asesor, y entre todos definen el esquema de rotaciones. En esos campos siembran trigo, soja, maíz y algo de girasol; hacen ambientación de los lotes y conducen ensayos de fertilizantes, semillas y fitosanitarios. También utilizan herramientas de agricultura digital, realizan siembra variable y están incursionando en la aplicación selectiva de agroquímicos.
La campaña que pasó, la sequía golpeó severamente en esa zona. “Los rendimientos estuvieron muy por debajo de lo esperado: en trigo llegamos a 2.500 kilos cuando normalmente hacemos de 4.000 para arriba; en soja de primera a 2.000 kilos contra 4.200 de base en años normales; en soja de segunda no cosechamos prácticamente nada, 600 kilos; en maíz tardío apenas sacamos 5.000 kilos cuando apuntamos a 9.000. Sí anduvimos bien en girasol con 3.200 kilos y en maíz temprano con 11.600 kilos”, detalló Yanina.
Para la fina de este año ya descartaron el trigo porque no cuentan con agua suficiente en los perfiles de suelo pero hicieron unas 1.500 hectáreas de cultivos de cobertura de centeno que se quemarán en septiembre para sembrar soja de primera a fines de octubre o principios de noviembre. Las esperanzas, como en tantas otras zonas del país, las tienen puestas en la próxima campaña de verano, “Esperamos que empiece a llover en primavera”, expresa la ingeniera.
Mujer rural
Pese a que sus comienzos no fueron fáciles y tuvo dificultades para insertarse en el medio rural, su realidad es completamente distinta. Si bien en la empresa y en la región en la que se desempeña, entre 30 empleados solo hay 2 mujeres trabajando a campo y otras 3 en las oficinas, el trato es “excelente” y allí no hay discriminación de género, asegura Yanina.
“El equipo de personas con las que trabajo es muy bueno, todo se consensúa, te incluyen, no hacen diferencias por ser mujer, y en la empresa anterior fue igual, he tenido suerte”, destaca. “En el día a día, con los contratistas también tengo excelente trato, nunca tuve ningún inconveniente ni problema con nadie”, afirma.
Hoy, Yanina está “muy contenta de haber elegido esta profesión”. Cuando estaba en la facultad, su tesis final fue sobre producción animal, “era lo que más me gustaba de la carrera pero después, el recorrido me llevó hacia la agricultura y la verdad es que me gusta mucho, me siento muy cómoda, me encanta lo que hago”, subraya.
Entre sus objetivos profesionales, le gustaría crecer dentro de la empresa. Pero también está “abierta a lo que pueda llegar a venir”. Otra de las cosas que tiene en mente es empezar a asesorar a productores de manera particular en un futuro. Con su determinación y pasión por el campo, y “siempre con la mira en seguir creciendo”, sin dudas podrá alcanzar pronto esas metas.
Dejar un comentario
Ver Comentarios